Se está poniendo de moda el término «flipped class» para una metodología que consiste en invertir el orden tradicional en el que el profesor explica algo y luego, en casa, los alumnos «hacen los deberes».
La idea, aunque siempre ha existido sin tanta publicidad, se ha visto fuertemente favorecida por las nuevas tecnologías.
Pensemos por ejemplo en un profesor que tiene un aula «Moodle», aunque se puede hacer con otras muchas tecnologías, y pide a sus alumnos que vean un vídeo y respondan a una serie de preguntas.La gran ventaja de utilizar Moodle o algún software similar, reside en el fácil control que se ejerce sobre la disponibilidad de los recursos, la participación del alumnado. Se puede incluso programar un sistema de «recompensas» gamificando la actividad. Moodle lo permite.
El profesor puede, si lo desea, preparar la clase viendo qué respuestas han dado sus alumnos. Al día siguiente, en clase, se utiliza el tiempo para discutir todos los aspectos necesarios sobre el contenido, el vídeo en este caso.
Ni que decir tiene, que en vez de un vídeo se puede tratar de un texto o, mejor, de hacer una búsqueda en internet para responder a determinadas preguntas, fomentando así el espíritu investigador.